La radio RCA Victor con su ojo mágico verdoso parpadeando me parecía un cíclope maligno que nos observaba en la oscuridad cada noche en San Pablo 2626 casa 2.
Había llegado la hora del radioteatro de la noche y junto a mis hermanas ya estábamos sentados alrededor de la fiel estufa a parafina que habitualmente estaba cercada por un secador de mimbre y cubierto con pañales, esos de género, con los cuales nos cubríamos las piernas para aprovechar el calorcito y contrarrestar los escalofríos que siempre circulaban por nuestras espaldas cuando escuchábamos las historias de suspenso de “La tercera oreja” y de El doctor Mortis. Terminábamos con tanto susto que como debíamos salir al patio para ir al baño antes de ir a la cama, nadie se atrevía ir primero a desafiar esa oscuridad maligna y aterradora que nos hacía tiritar, para luego correr a sumergirnos en el frio de las sábanas y allí tapados más arriba de las orejas seguir dándole vueltas a la historia, echando a correr la imaginación a raudales, porque así era en ese entonces nuestra entretención, sin televisión, sin multimedia. Los “efectos especiales” corrían por cuenta de uno no más….hasta que por fin lográbamos quedarnos dormidos…
Sin ninguna duda que escuchar radioteatros era una manera muy efectiva para desarrollar la imaginación porque, cuando nos permitían escuchar los programas de ultratumba, temblábabamos con la voz pastosa del relator, la música de suspenso, el ruido de oxidadas bisagras que chirriaban cuando se abría un ataúd, el aullido de lobos hambrientos, un galope solitario y el silbido del viento en medio de la noche, todo rematado por la carcajada espeluznante del satánico protagonista… por supuesto que nos cagábamos de susto.
La radio nos sumía en la intimidad casera, en un mundo puertas adentro, nos hacía interactuar como familia. “Imagino” a mis abuelos, a mi madre muy joven y sus hermanos, escuchando la radio allá en el pueblo de Carén rodeando un brasero en las noches frías, buscando calor con las manos, mirándose las caras, oliendo el aroma a eucalipto y ocasionalmente el de azúcar quemada, que mi abuela Carmela le iba tirando de vez en cuando a las brasas, para espantar los malos espíritus…
“Llega Radiotanda, si señor, llega la audición del buen humor, todo el que la escucha, si señor, ríe a carcajadas, oh, oh, oh …”…algo más o menos así, era el jingle con que se iniciaban las transmisiones diarias del popular programa que tenía como protagonista a la Desideria, la recordada actriz Anita González, una comediante como ninguna, con la genialidad de salirse, muchas veces, del libreto de manera natural, adecuada e hilarante, con la talla justa, en el momento preciso. Eran chistes frescos, de humor blanco que encantaban a todos.
También estaba “Residencial la Pichanga”, con las divertidas intrigas del ambiente futbolístico y “Hogar dulce hogar”, con la magazinesca vida de la pensión de don Celedonio Menares.
Es oportuno recordar, homenajear y agradecer a tantos actores que nos hicieron reír, llorar, asustarnos y darnos temas de conversación por muchos años: Anita González, Sergio Silva, Eduardo de Calixto, Jorge Romero “Firulete”, Arturo Moya Grau y tantos otros, que con geniales interpretaciones de personajes que dejaron grabados en nuestra memoria: La Desideria, Don Celedonio, El Pollito, El Tereso “zaz", don Gabito Serena, el Indio Malo, la Pelá, La Ronca, el Chaguito Morning y tantos otros que seguramente ustedes recordarán.
Había llegado la hora del radioteatro de la noche y junto a mis hermanas ya estábamos sentados alrededor de la fiel estufa a parafina que habitualmente estaba cercada por un secador de mimbre y cubierto con pañales, esos de género, con los cuales nos cubríamos las piernas para aprovechar el calorcito y contrarrestar los escalofríos que siempre circulaban por nuestras espaldas cuando escuchábamos las historias de suspenso de “La tercera oreja” y de El doctor Mortis. Terminábamos con tanto susto que como debíamos salir al patio para ir al baño antes de ir a la cama, nadie se atrevía ir primero a desafiar esa oscuridad maligna y aterradora que nos hacía tiritar, para luego correr a sumergirnos en el frio de las sábanas y allí tapados más arriba de las orejas seguir dándole vueltas a la historia, echando a correr la imaginación a raudales, porque así era en ese entonces nuestra entretención, sin televisión, sin multimedia. Los “efectos especiales” corrían por cuenta de uno no más….hasta que por fin lográbamos quedarnos dormidos…
Sin ninguna duda que escuchar radioteatros era una manera muy efectiva para desarrollar la imaginación porque, cuando nos permitían escuchar los programas de ultratumba, temblábabamos con la voz pastosa del relator, la música de suspenso, el ruido de oxidadas bisagras que chirriaban cuando se abría un ataúd, el aullido de lobos hambrientos, un galope solitario y el silbido del viento en medio de la noche, todo rematado por la carcajada espeluznante del satánico protagonista… por supuesto que nos cagábamos de susto.
La radio nos sumía en la intimidad casera, en un mundo puertas adentro, nos hacía interactuar como familia. “Imagino” a mis abuelos, a mi madre muy joven y sus hermanos, escuchando la radio allá en el pueblo de Carén rodeando un brasero en las noches frías, buscando calor con las manos, mirándose las caras, oliendo el aroma a eucalipto y ocasionalmente el de azúcar quemada, que mi abuela Carmela le iba tirando de vez en cuando a las brasas, para espantar los malos espíritus…
“Llega Radiotanda, si señor, llega la audición del buen humor, todo el que la escucha, si señor, ríe a carcajadas, oh, oh, oh …”…algo más o menos así, era el jingle con que se iniciaban las transmisiones diarias del popular programa que tenía como protagonista a la Desideria, la recordada actriz Anita González, una comediante como ninguna, con la genialidad de salirse, muchas veces, del libreto de manera natural, adecuada e hilarante, con la talla justa, en el momento preciso. Eran chistes frescos, de humor blanco que encantaban a todos.
También estaba “Residencial la Pichanga”, con las divertidas intrigas del ambiente futbolístico y “Hogar dulce hogar”, con la magazinesca vida de la pensión de don Celedonio Menares.
Es oportuno recordar, homenajear y agradecer a tantos actores que nos hicieron reír, llorar, asustarnos y darnos temas de conversación por muchos años: Anita González, Sergio Silva, Eduardo de Calixto, Jorge Romero “Firulete”, Arturo Moya Grau y tantos otros, que con geniales interpretaciones de personajes que dejaron grabados en nuestra memoria: La Desideria, Don Celedonio, El Pollito, El Tereso “zaz", don Gabito Serena, el Indio Malo, la Pelá, La Ronca, el Chaguito Morning y tantos otros que seguramente ustedes recordarán.
Un “cogollo” especial para el genial Juan Marino, creador y voz del Siniestro Doctor Mortis…
4 comentarios:
Don Topa se me adelantó. Tenía ganas de abordar este tema de los radioteatros porque significaron mucho en nuestra infancia. Recuerdo a mi mamá pegadita a la radio mientras cosía o tejía, escuchando la novela interpretada por Mirella Latorre y Emilio Gaete. Lo mismo la tía Julia. En la noche el abuelo David sintonizaba Esta es la Fiesta Chilena, con chistes de huasos y Los Hermanos Campos tocando cuecas, mientras mi mamá oía Los Ofensores. Después el Firulete presentaba Los Ofendedores con el flaco Gálvez como comparsa...
Pero yo guardo el recuerdo especial de un programa que pasaban como a las 6 de la tarde, después que yo llegaba de la escuela; era El Capitán Àtomo, especie de Star Trek radial. Partía en su nave espacial a cualquier sistema solar de cualquier galaxia como si nada, viajaba a no sé cuántos miles de veces la velocidad de la luz y ni se arrugaba, aterrizando en cualquier planeta sin problemas de gravadad, atmósfera, radiación ni temperatura, y encontraba los seres más extraños sin dificulatad de comunicación, todos hablaban clarito el castellano y tenían las mismas preocupaciones que el más vulgar de los terrícolas. Podían tener tentáculos o ser como amebas, alados como pájaros, coludos como reptiles o luminosos con cuerpos de energía pura.
Todo ello puede parecer absurdo y truculento, pero la ambientación sonora y las historias bien contadas hacían que todo fuera entretenido y estimulante para la imaginación.
Estoy seguro que si alguien se pusiera de nuevo a crear radioteatros inspirado en aquellos verdaderos artistas de la radio tendría un auditorio fiel y numeroso.
Escuchando la radio en el auto me he dado cuenta de que cuando cuentan historias interesantes no me dan ganas de bajarme para no perderme el final.
Mirar la tele significa sentarse y no hacer nada más que mirar y escuchar, en cambio la radio se puede oír haciendo otra cosa. Sería agradable poner la radio en la noche antes de dormir y pasar del sueño despierto al onírico casi sin transición. Tal vez se le ocurra a alguien intentar la experiencia.
Lo siento querido don Yope si le eché a perder sus intenciones, sin embargo siempre podría estar en "cartelera" un Radioteatros 2, no?
Se nota que usté tuvo mayor experiencia con el fenómeno de los radioteatros que yo. Debe ser seguramente por la forma en que transcurrió mi niñez, lejos de Santiago, viviendo con las tías y luego interno en el Seminario...
Nos cuentas de personajes radiales de los que nunca había escuchado como El Capitán Átomo y de programas como Los Ofendedores por ejemplo.
Adelante don Yope, estamos al aguaite por su próxima entrega.
Primo, aunque estuviste un buen tiempo lejos es lindo atesorar esas noches de familia que nos cuentas.Yo recuerdo mucho ese sacador de ropa de la tia y hasta huelo el vapor de la ropita secandose, será que yo la quise mucho porque me demostro su cariño a pesar de que no fui una niñita modelo como ya les contaré.
Acerca del Dr. Mortis ahora puedo decir que aparte de ser un necrófilo era bien california porque las niñas que ahora puedo ver graficadas eran con cinturita de avispa, escotitos importantes, labios carnosos,etc ¡afirmense faranduleras !! porque a estas alturas capaz que le gusten las siliconas. ¿Que decis tu Tilo? (Jaime).
Anitamaría alias Tamalí
Tilaaa! Yo escribi un comentario sobre este tema y don Topa lo encontró a la altura de ponerlo en "cartelera". Asi que ahi van a aparecer no solo comentarios como tambien "recuerdos de la vieja victrola" ( ese era un programa que escuchama mi papi los domingos en la mañana...), que se me acaba de venir a la memoria. Como decia, ahi vendán mis recuerdos de la era del radio, aparatito del cual soy tan fanatico como era mi viejo...
En ese texto hay una parte que seguramente vas a recordar.
Que decis tú, Tila?
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