lunes, 24 de noviembre de 2008

Objetos del pasado 1

Quiero compartir con ustedes estas imágenes que me han llegado a través de La Máquina del Tiempo. Seguramente los mayores se recordarán de este artilugio y nos podrán contar algunas historias referentes a él, sobretodo don Peyo que lo debe haber usado.


lunes, 10 de noviembre de 2008

Ana Belén ahora es amiga de Jorge y Flor


Ayer, por circunstancias de la vida tuvimos la oportunidad y el privilegio de conocer a Ana Belén y Víctor Manuel durante la visita que hicieron al "Parque por la Paz" ex Villa Grimaldi. Para los que no lo saben, ese lugar fué un centro de detención y tortura durante la dictadura. En ese sitio fue visto por última vez mi cuñado y ex alumno del Buen Pastor Juan Hernández Zazpe, detenido desaparecido. Ana Belén, cuyo nombre real es María del Pilar Cuesta Acosta, aparte de ser una gran artista, es una mujer "de aquellas", inteligente, simpática, sensible y acogedora. Desde ya me declaro su leal súbdito y me rindo a sus pies. Este registro fotográfico indudablemente pasará a incrementar mi vasta"egoteca".

La que me acompaña en la fotografía es por supuesto mi "santa esposa" .

lunes, 3 de noviembre de 2008

Tócate Letil bi !!!


And when the broken hearted people
Living in the world agree,
There will be an answer, Let it be.

(Lennon & Mc Cartney)



A pocos días del 11 de septiembre de 1973 ...

El traqueteo incesante del tren ya había pasado a ser parte de nosotros mismos y solo teníamos oídos para el cotorreo que recorría de punta a punta el vagón. Los grupos de gente joven y amigos se sucedían en aquellas corridas de asientos forrados en tevinil verde enfrentadas unas a otras, las cuales permitían de forma natural hacerse de amigos, mirar los ojos de las “lolas”, a veces “pinchar” para luego salir a la pisadera o mejor aún sentarse al lado de una de ellas para compartir un “charlón”…


¡Tócate “Letil bi”! ¡Tócate “Letil bi”! ¡Tócate “Letil bi”!

Se escuchaba una voz femenina que chillaba insistentemente, mientras le acercaban a Jaime la cogote‘e yegua pa’ que demostrara sus habilidades de eximio guitarrista y cantor. Así de voz en cuello, en medio del bullicio ambiente rodábamos hasta Parral "champurreando" en inglés aquel famoso tema de Los Beatles.

No recuerdo en que momento de mi existencia, Jaime se acercó a mí y me dijo: Jorge, me acompañai a Parral ? y yo le debo haber contestado en forma positiva, sin inquirir muchos detalles ávido de viajes y aventuras. Hacía poco que había ocurrido el nefasto golpe militar, que tenía a todo el mundo conmocionado, pero sin saber todavía el alcance de los horrores que se estaban fraguando para muchos chilenos inocentes e idealistas.

A nuestra llegada a Parral, pueblo insigne donde naciera nuestro vate Pablo Neruda, nos encaminamos con la dirección en la mano a la casa que habitara hasta hace muy poco Pedro Bórquez Acuña, primo querido y hermano de Jaime, “adláter” y compañero de andanzas por aquellos años. Hacía más de un mes que habían puesto una bomba en la casa de Pedro, alias don Peyo de ahora en adelante, y supuestamente nuestra misión era ver en que condiciones estaba el lugar, rescatar algunas cosas de valor que pudiésemos transportar y otras intentar guardar en casa de Sonia Escobar y su marido Guillermo, unos parientes que a la sazón vivían en Parral.

Pero volvamos a nuestra llegada a la casa de Peyo. La puerta estaba arrancada de cuajo desde sus bisagras y apenas afirmada en el dintel, por lo que después de un breve esfuerzo logramos entrar para encontrarnos con el desastre que había dejado la bomba en su interior. Papeles por el suelo, muebles desvencijados, cuadros y vidrios rotos…en fin, el espectáculo que significa un atentado de esta naturaleza, un desorden general producido también por alguien que aparentemente registró la casa en busca de “pruebas incriminatorias”.

Debo decir que hasta ese momento no teníamos conciencia de todo lo que sucedía a nuestro alrededor producto del golpe militar, no de la forma en que estamos enterados el día de hoy, por lo que procedimos a instalarnos en la casa, asegurarnos un lugar donde echar los huesos, salir a proveernos de algunos comestibles y muy especialmente de algún líquido elemento, necesario para levantar nuestros espíritus.

Nuestros fondos eran muy escasos y hoy me pregunto quien nos habrá financiado el viaje y la estadía. Seguramente habrá sido don Yope. En un almacén de barrio, cercano a la casa nos abastecimos de pan, huevos de "pata", limones y un vino tipo pipeño de cuarta categoría que tenía un penetrante sabor a barniz. Huelga decir que este pequeño inconveniente no fue obstáculo para que igual le hiciéramos rechupete a pesar de las funestas consecuencias posteriores. Al llegar la noche se nos ocurrió instalar en el patio un telescopio que encontramos por ahí, para mirar el cielo Parralino. Observando el universo elucubramos sobre nuestra existencia, la vida mas allá de la Tierra, sobre el futuro que nos espera y todas aquellas historias que afloran al sentirnos embriagados por la inmensidad del cosmos y por el “barniz” que circulaba por nuestras venas. Tarde, y acosados por el frío subimos al segundo piso de la casa para instalarnos en nuestro camastro. Así una vez repuestos y al abrigo de unas frazadas continuamos la cháchara hasta que el vecino, seguramente indignado con el cuchicheo y las risas, comenzó a golpear la pared conminándonos a que lo dejásemos dormir de una buena vez.

Un nuevo día amanece sobre Parral y con el sol en el cenit nos desperezamos de la modorra en que nos tiene sumidos la trasnochada anterior y los vestigios de “ barniz “ que aún recorren nuestro sistema porqueriológico. Como podemos restauramos el sufrido cuerpo a punta de pan y café y hacemos planes para salir en una misión que nos hemos encomendado y que se debiera llamar suicida a la luz de lo que hoy sabemos a través de un sinnúmero de testimonios sobre la represión que se desató a lo largo de todo el país.

Fuimos arriesgados e inconscientes, casi cándidos en nuestra inocencia al presentarnos a las autoridades militares de la zona, para hacerles saber que estábamos en la ciudad y que don Pedro Bórquez Acuña se encontraba en Santiago. “Ningún problema, agradecido por vuestra información, pueden retirarse” nos espetó el milico de turno. Acto seguido nos retiramos tranquilos, satisfechos con el deber cumplido. Al salir nos encontramos con unas parralinas que habíamos conocido el día anterior y las invitamos a la casa para conversar y de paso entonar algunas canciones al son de los acordes del piano de don Yope. Lilian Hidalgo y María Elena Carsalade eran los nombres de aquellas muchachas que nos embrujaron con sus dones.

Debo aclarar que a esa fecha éramos unos veinteañeros, por lo que se entenderá que las “virtudes” de las susodichas no pudieron en ningún caso pasar inadvertidas ante nuestros ojos. María Elena tenía unas columnas memorables que se lucían esplendorosamente bajo una minúscula falda, Lilian era una flaca de aquellas con carácter fuerte, media femme fatal, que en un arranque de antropofagia se lanzó sobre don Mejai mordiéndole el cuello apasionadamente conmocionada antes sus innegables virtudes musicales y la pericia de sus diligentes dedos mientras tocaba inspiradamente Let it be. Luego de este episodio pasional las chiquillas se las emplumaron aduciendo que algo tenían que hacer y que luego nos veríamos, talvez en la Plaza de Armas…

Por supuesto que al caer la tarde salimos entusiasmados esperando encontrarnos nuevamente con la chica de la mini y la flaca de los dientes agudos con la secreta esperanza de ser atacados nuevamente . Esta condición natural propia de nuestra edad que nos caracterizaba por esos días nos permitió salvar el cuello ante la celada que se nos había preparado… Mientras dábamos vueltas por la plaza esperando inútilmente divisar las siluetas de nuestros afanes, en los alrededores de la calle donde vivía don Yope había un inusitado movimiento de tropas. Militares con sus armas y vehículos policiales rodeaban el sector mientras apuntaban a la casa que hacía poco habíamos dejado en busca de nuestros ángeles salvadores. Al parecer algún vecino “bien intencionado” habría avisado a las autoridades que había gente en la casa de don Pedro Bórquez, que talvez ese comunacho marxista-leninista estaba de vuelta, y de allí toda la conmoción. Ahora que lo pienso quizás fue aquel vecino que no dejamos dormir tranquilo“The Night Before”. A todo esto hay que agregar que nosotros, en un arranque de patriotismo se nos había ocurrido izar la bandera chilena ya que por esos días estaba cercana la fecha del aniversario patrio. Ante tal despliegue de contingente militar, no nos quedó otra que quedarnos en el molde y hacernos los lesos pasando de largo y luego de muchas vueltas por el pueblo, con el corazón apretado, volvimos a la casa, bien entrada la noche, antes del toque de queda. Entramos calladitos, tratando de no meter bulla y nos fuimos a dormir con la luz apagada esperando que amaneciera lo más pronto posible para echarnos a volar y escapar de esa mala onda que se estaba cerniendo sobre nuestras cabezas.

Temprano salimos de la casa arrastrando los bártulos y una tele que según Jaime debíamos dejar guardada donde la Sonia, hija de la tía Teresa Caro. Al llegar y luego de un breve conciliábulo aceptaron que dejásemos guardado allí la tele y otras cosas más. Para Sonia y Guillermo debe haber sido complicado recibirnos por esos días ya que en ese momento se podía pensar que estaban de alguna manera colaborando con alguien que era buscado por la justicia militar, “justicia” que hoy sabemos estaba reprimiendo a todo lo largo y ancho del país a cientos de chilenos inocentes.

Estación de ferrocarriles de Parral

Cumplida esta tarea nos dirigimos ipso facto a la estación de ferrocarriles para abandonar Parral en el primer “pat’e fierro “ que pasase por allí ya que estábamos bastante asustados con lo que había acontecido el día anterior. Aquí comienza mi nebulosa personal ya que no recuerdo muchos detalles de nuestro viaje de regreso y tampoco de nuestra llegada a Santiago. Hay, eso sí, una imagen que se me quedó grabada en la mente hasta el día de hoy . A poco de salir de Parral, talvez a la altura de Linares, el tren que iba rumbeando con su martilleo constante y desplazándose raudamente por los campos de la zona central, de improviso empezó a disminuir su marcha sin causa aparente. Al asomarnos por la ventanilla nos percatamos que por uno de esos callejones que se dan de tanto en tanto en el campo, flanqueados por zarzamoras, venía corriendo una familia completa, “aleteando” para que parase el tren, mientras arrastraban bolsos, maletas y canastos con gallinas. Finalmente el tren se detuvo y nuestros inesperados pasajeros lograron subirse todos empolvados, acezando y sudando la gota gorda.

Cabe aquí una pequeña reflexión.

Aún tengo presente en mi mente a ese grupo de personas que corrían esperando subirse a nuestro tren para acompañarnos en nuestro recorrido, para ser parte de nuestro camino, de nuestro andar. Talvez la detención de aquel tren para recoger aquellos pasajeros auguraba que aún habían esperanzas de subirse al carro de la vida y de soñar en lo que nos depararía el futuro.


And when the night is cloudy,
There is still a light that shines on me,
Shine until tomorrow, let it be.

(Lennon & Mc Cartney)