domingo, 29 de junio de 2008
¡ Que linda está la mañana...
Felicidades don Pedro, Pedrito, don Pello, don Yope.
Que pase un buen día.
Con aprecio
Don Topa
miércoles, 25 de junio de 2008
Mi infancia en Santa Elena
Pedrito con el tío Manuel en el patio de Santa Elena
Con Patricio Escobar, su hijo, nos entreteníamos sin ver pasar el tiempo. Él era muy hábil para construir cosas de madera, por ejemplo una vez hizo unas lanchitas a motor, la hélice la fabricó a partir de una lata de conservas que se movía torciendo un “elástico” ( ups!). En otra ocasión contruyó unos veleros con timón y fuimos a hacerlos navegar a unas piletas grandes como piscinas, en la Población Chile, que estaba no muy lejos de la casa.
Anamaría, Sonia, Carmen Gloria y la tía Consuelo Castillo en la pileta de la Población Chile
En el patio había una gran barra para hacer ejercicios y yo me lo pasaba colgado o encaramado en ella. Después hacíamos ensalada de pepinos con tomate y la comíamos en el cuarto que había al fondo del patio, imaginando que nos encontrábamos lejos acampando en una cabaña. En el jardín habían dos o tres ciruelos magníficos que nos proporcinaban el postre de nuestro camping. Con esas frutas la tía Teresa hacía una mermelada deliciosa que aún recuerdo con nostalgia y se me hace agua la boca imaginándola sobre esas tostadas que nos servía al desayuno.
Una vez se nos ocurrió hacer unas acequias en el jardín, que serpenteaban entre las plantas, como nos pareció que se asemejaban al río Amazonas nos fuimos a buscar fauna para que fuera más real. Cerca de la línea del tren a Puente Alto corría un canal de agua bastante clara donde se veían pequeños peces y sobre todo sapos, ranas y pirigüines. Capturamos gran cantidad de sapos que transportamos en latas de conservas o de leche en polvo. Estábamos entretenidos jugando con los batracios cuando de repente la tía Teresa nos advierte: "déjense de tomar los sapos que expulsan líquidos venenosos por la piel". Al olernos las manos notamos un olor como de pescado o de agua estancada, con verdadero pánico nos fuimos a lavar las manos con jabón, pero a pesar de repetir y repetir la operación el olor no desaparecía. Cuando fuimos a comer no nos atrevíamos a tocar el pan y la comida nos pareció impregnada de ese olor desagradable.
En otra ocasión, estando yo de allegado nuevamente, llegó la Luca (se llamaba Lucrecia) que era una señora muy simpática, con el pelo completamente blanco, amiga de los Escobar y los Acuña, quien se ganaba la vida haciendo tortas y pasteles deliciosos. Ella me llevó de regalo un queltehue joven en una jaula. Fascinado con el regalo pasé toda la tarde observándolo, dándole de comer, poniéndole agua en un tarrito para congraciarme con él y así supiera que yo era su amable dueño. Ya tarde en la noche me convencieron de ir a dormir. Al otro día tempranito me desperté y lo primero que me dijeron fue: Pello, fíjate que anoche un gato mató al queltehuito. Me levanté de un salto y encontré la jaula vacía con algunas plumas esparcidas.
Después que se me calmó un poco la pena me dijeron que la próxima vez que viera a la Luca no le contara que el queltehue había muerto. Un par de semanas más tarde nos encontramos nuevamente con la Luca y al saludarme me preguntó: ¿...y cómo está el queltehuito, Pedrito?... Y yo, sin titubear ni mirar caras respondí con toda franqueza: ¡Qué queltehuito ni que ocho cuartos, cuando esa misma noche se lo comió el gato!
La historia quedó en los anales de las dos familias y causó risas durante años. Pero también sirvió como evidencia de que cuando niño yo no sabía mentir. Y hasta ahora que estoy viejo me cuesta mucho ocultar la verdad; puedo guardar un secreto hasta la tumba, especialmente si alguien me hace una confidencia, pero no me pidan que diga falsedades.
Con Patricio teníamos también un lote de amigos que se reunían en la "callecita" y con ellos armábamos juegos de policías contra bandidos o pichangas con pelota de trapo, si no conseguíamos de goma o de fútbol. Recuerdo algunos nombres: el Ramón, el Edgardo, el Costa, el Sergio Soto y su hermano Juan, quien fue después el famoso delantero de Colo-colo. Lo llamaban "El Mota", seguramente por su pelo bien crespo, pero yo lo llamaba "El Mo", probablemente por que lo conocí muy niño y debo haber sido corto de lengua.
Juan Soto"el Mo", Ana María, Pedrito y Sergio Soto en la pileta de la Población Chile
Cuando fui un poco más grande el tío Manuel me invitó a visitar su laboratorio. Era una casona de dos pisos que por dentro parecía un palacio. Al segundo piso se llegaba por una escalera de mármol y todo era de una pulcritud digna del Vaticano. Me mostró probetas, alambiques, mecheros, pinzas y tubos de ensayo, pero lo que más me fascinó fue la colección de lupas y microscopios. Como siempre me gustaron los aparatos ópticos, ahí me tocó la cuerda sensible.
Cuando se casaron la Tere y la Sonia las fotos oficiales de matrimonio se realizaron junto a la escalera de ese palacio. No sé qué destino habrá tenido ese magnífico edificio. Tampoco sé si quedará allí algún rastro del tío Manuel. Lindo sería encontrar algo significativo para rendirle homenaje.Talvez tengamos el privilegio de rescatar algo suyo para nuestro patrimonio.
martes, 24 de junio de 2008
"Los voladores de Papudo"
El caso es que mientras iban felices y alborozados ensayando gritos y arengas en el vehículo que los transportaba regularmente, es decir un simple camión, ocurrió que éste, ante una maniobra desafortunada chocó y habiendo quedado "la embarrada" (como cuenta mi informante) los únicos ilesos fueron don Miguel Encina y su compadre don Amadeo.
Se cuenta que cuando el camión chocó y salieron todos disparados, don Miguel salió "volando" y en su trayectoria le habría hecho el quite a un poste de telégrafo, no sin antes agarrar a su compadre que también iba volando y de ese modo evitar que éste se estrellara.
La mama Juana contaba que don Miguel y su compadre no estaban heridos, mientras que el resto estaban casi todos moribundos.
De allí nació la historia que don Miguel volaba, lo que significó que toda su familia fuera bautizada como "Los Voladores", nombre con el que hasta el día de hoy son conocidos por los habitantes de Papudo.
Historia relatada por Quena Encina
lunes, 23 de junio de 2008
Los hermanitos Mota Escobar
domingo, 22 de junio de 2008
Saludando la noche
jueves, 19 de junio de 2008
Ruiztagleanas 2
Aqui vemos la afuerina conversando con una Nany alegre y dicharachera ( cómo se parece al papá en esta foto!!!). Deben estar conversando sobre el último 45 single de Harry Belafonte, o quien sabe del increible Long Play 33 1/3 de Bert Kempfert que habían escuchado en el Garrard que tenían los Céspedes. O era un Perpetum Ebner? Por lo que recuerdo estaba a la izquierda, despues de la pieza de costura de la Tatá, como yo le decía, o la señora Anita, como era por todos
conocida. La Tatá era la esposa de don Alconco, como yo le decía a don Alfonso...
La Nany vivía en una de las dos casitas que había en esa angosta esquina de Thompson entre Ruiz Tagle y Federico Reich. Al lado vivían los Ruiz Golborne, los cabros de la familia era el Jaime, una hermana linda que no consigo recordar el nombre y el Aldo, que jugaba al básquetbol a alto nivel, ya que los partidos eran transmitidos por la radio!!! La mamá era una señora macizona, que se llamaba Fedora, del caballero solo recuerdo que trabajaba en una galvanización que quedaba
pasado General Velázquez...
La fotonovela Ruiz Tagle continuará...
Nany y Carmen Gloria ensayando algún baile español
Nany frente a la casa de calle Thompson
martes, 17 de junio de 2008
Pedrito antes de ir a la escuela
Un día domingo por la mañana, cuando tenía cuatro o cinco años de edad, estábamos "flojeando" en familia en la casa de la calle San Pablo. Mi mamá andaba ya trajinando como sempre fue su costumbre, aunque todavía en bata de levantar, mientras mi taita nos regaloneaba a la Tamalí, como él le decía, y a mí. Al mismo tiempo le echaba una mirada al diario. De repente, le pregunté el significado de una palabra escrita; creo que algo que terminaba en ario, como bancario o algo así. Mi viejo en lugar de responderme me preguntó: ¿De dónde sacaste esa palabra?
Ahí dice - le respondí, mostrándole el diario.
Intrigado siguió: ¿A ver, y aquí qué dice?
Ves-ti-dos - dije tranquilamente, pero con aplomo
Luego siguió un diálogo entre él y mi mamá.
Oye, Tita, el Pello sabe leer.¿Tú le enseñaste?
No - respondió mi mamá - parece que aprendió solo.
Después siguió un examen para evaluar cuánto sabía. Reconocí casi todas las letras mayúsculas imprenta y unas cuantas minúsculas, tembién identifiqué los números del uno al nueve. Recuerdo con ternura que los dos se turnaron para hacerme cariño.
En otra ocasión, no sé si antes o después de esto, mi viejo me llevó por primera vez al cine a ver "Fantasía" de Walt Disney. La película me gustó tanto que llegué a la casa tarareando algunas de las melodías que había escuchado, sin desafinar. La sorpresa de mis viejos fue notoria, así que pusieron la radio a mi alcance para que escuchara música y mi taita llegó pronto con un tocadiscos y unos discos 78 rpm. con piezas que tocaban en Fantasía.
Con ese estímulo les hice otra gracia. Mi mamá y el tío Sergio, el cual era aun un jovencito soltero, tomaban clases particulares de piano con una profesora que todavía recuerdo como si fuera ayer: era una señora canosa bien crespa y un tanto gordita. Yo los miraba teclear, con ganas de hacer lo mismo. Hasta que un día me encaramé en el piso giratorio dándole la altura necesaria para mí y me puse a mover los dedos con deleite. La melodía que surgió fue "Adiós al Séptimo de Línea" que en aquellos tiempos era frecuentemente escuchada en la radio, posiblemente por la popularidad del presidente Carlos Ibáñez del Campo, sucesor de Gabriel González Videla.
El asunto es que le puse los acordes justos a la melodía y de ahí empecé a machacar el piano por oído con verdadera pasión. El tío Sergio tocaba el ''Boogie-boogie'', mi mamá ''Torna Sorrento'' y yo los imitaba; y muchas veces intenté de interpretar piezas clásicas, las que me resultaban más o menos aproximadas al original o por lo menos reconocibles.
Como pueden ver, cuando niño era bien habiloso, pero después se me pasó. Esto lo digo porque un poco más crecidos la Anamaría decía: ''el Pello es pavo''... Es que yo andaba mirando las estrellas, escuchando Mozart, Bach o Beethoven y no "cachaba" nada del rock and roll ni de las modas vestimentarias. Además prefería lo campestre a lo urbano, el mote con huesillo a la crema chantilly, lo natural rústico a lo artificial y elaborado. A veces tuve la misma actitud que Manolito, el amigo de Mafalda, frente a los Beatles; era como Schroeder, el amigo de Charlie Brown, con su piano y su veneración por Beethoven.
Por eso me gustaba el campo y lo silvestre. Ir a Papudo era como tocar el cielo; Santa Elena estaba al borde de la ciudad y se respiraba perfume campestre; igualmente los paseos a Huelquén, a Peñalolén, a la piscina de Maipú o al Arrayán; todo ello me daba un gusto por la vida que nunca dejó de alumbrar mi sendero y cada hecho, a veces poco significativo para otros, se introdujo en mi cofre mental de los recuerdos.
Cuando fui ya grande, mi mamá se sorprendía de mi memoria para recordar hechos que sucedieron cuando era muy niño. Por ejemplo, cuando me atropelló un ciclista en Valparaíso, en el cerro Yungay donde vivían los Acuña Correa. Recuerdo detalles de su casa de dos pisos, color blanco por fuera, del dormitorio que ocupábamos como visita, del panorama visto desde la ventana, así como de la calle que casi frente a la casa hacía una curva en U bien cerrada y bajaba de manera pronunciada.
También me acuerdo de una vez que me perdí pedaleando en triciclo en la plaza Brasil. Incluso llegaron los pacos, porque cuando me di cuenta de que estaba completamente desorientado me puse a llorar a mares, hasta que aparecieron mi mamá y la Tere, mi madrina, para "rescatarme".
En otra ocasión, siendo muy chico, estaba en Santa Elena conversando con Patricio en el patio de luz y de repente me sentí mal, le pedí a Patricio que me diera un vaso de agua, pero mientras iba a buscarlo ví todo amarillo y me desmayé; la Tere acanzó a tomarme evitando que me diera el tremendo porrazo en el suelo de cemento. Nunca supe la causa de mi pérdida de conocimiento. Esto me ocurrió también durante la misa. Estaba cantando en el coro de Santa Rosa de Lima, cuando subitamente me sentí mareado, me apoyé en el hombro del compañero que estaba delante y éste se hizo a un lado, sin darse cuenta de lo que me pasaba. Ahí sí que el "tute" fue completo, medio desperté cuando un hermano me llevaba en brazos fuera de la iglesia, después recuperé bien el sentido con tremendo chichón en la frente, parecía lámpara de casco de minero, me tenían en el dormitorio del hermano Valery, para darme energías me sirvieron un chocolate caliente en un jarro como de medio litro. Esa vez me acuerdo de haber sido examinado por el doctor Molina, quien debe haber sido mi pediatra, porque recuerdo que hablaba con mi mamá como si me conociera de antes. Si mi viejita estuviese viva también se habría sorprendido de que me acuerde de ese doctor, porque parece que no nos atendió mucho tiempo. Quien nos vió durante varios años fue el León Spector(no sé si se escribe así), con ese nombre impresionante no podía ser otra cosa que médico.
Otro anécdota de mocoso me sucedió en Santa Elena también. Yo no sabía aun andar en bicicleta y se me ocurrió tomar la de la Sonia, que era de un modelo grandote y pesado, de esos que algunos le ponían motor. Anduve leseando en ella como si fuera monopatín, con una pata en un pedal mientras con la otra me daba impulso. De repente se me fue de lado el armatoste y tratando desesperadamente de sujetarlo para que no se dañara metí la pierna entre el pedal y la rueda trasera. Me hice una herida super fea en los músculos gemelos de la pierna izquierda. Entré a la casa achunchado y calladito, pero sangrando abundantemente. Cuando me vieron se asustaron todos y me llevaron de urgencia la posta. Después de las curaciones tuvieron que ponerme vacunas contra el tétanos, fue entonces cuando conocí a la Juanita Borghetti como enfermera, fue ella quien me puso las inyecciones. Todavía tengo la cicatriz bien marcada.
Todo eso pasó cuando era muy chico y se los cuento a ustedes para incitarlos a que me acompañen a recordar. Juntos haremos crecer nuestra memoria para estar cada vez más unidos.
martes, 10 de junio de 2008
Ruiztagleanas 1
Deben ser los tiempos del rock & roll, cuando posiblemente yo era un nene que todavía usaba pañales o hasta talvez ni siquiera habría llegado al mundo. Sólo sé que en estas calles pasó mi infancia, Ruiz Tagle, Thompson, Federico Reich, Coronel Souper y Los Muermos, hoy Nicasio
Retamales...
Hay más cositas en el baúl. Las iré soltando despacito...
Continuará, como las fotonovelas del Cine-Amor...