jueves, 1 de mayo de 2008

Un paraíso llamado Papudo

Capítulo III
El primo Peyo y la Madre de la culebra


Ese día por la mañana habíamos estado jugando a darle de peñascazos a los abejorros que tenían su colmena en un costado de la casa de los Encina, cuando apareció Pablo, un tipo simpático y al parecer muy querido ya que fue saludado efusivamente por todos, especialmente por la dueña de casa, la mama Juana. Rápidamente empezaron las risas y muy pronto nos hicimos amigos. Me comentó que le habían pedido deshacerse de una camada de gatitos que había nacido hacía poco y me invitó a que lo acompañase al muelle para cumplir la tarea encomendada.

Aquí abro un paréntesis para hacer un mea culpa por haber participado en tan innoble tarea, acción que la llevo grabada a fuego y que no logro olvidarla por lo deleznable que fue, sobretodo considerando lo que hoy amo a los gatos y a los animales en general.

Después de realizar “aquello” comenzaron los juegos peligrosos con Pablo, que como ya se habrán dado cuenta estoy hablando de Pablo Marino de Vos, joven que protagonizara años más tarde un triste episodio que no es del caso tratarlo aquí.
La gracia del juego consistía en tirarse del muelle, que por esos años ya estaba totalmente corroído por la herrumbe y darse un piquero por entremedio de los botes que estaban amarrados inmediatamente abajo. Aventura riesgosa e inconsciente de nuestra parte que felizmente no nos acarreó ningún percance o accidente y simplemente sobrevivimos una vez más.

El portón hacia la quebrada

El primo Peyo era todo un personaje. Lo veíamos pasar con su cámara fotográfica y otros artilugios que no entendíamos y a veces también lo sorprendíamos conversando animadamente con las niñas mayores. Era de los primos “grandes” , lo mirábamos pa’arriba y mucha bola no nos daba, así que cuando nos dijo ¡ vamos a la quebrada cabros ! saltamos como resortes y corrimos a la siga de él.

Una nueva aventura se nos presentaba ante nuestros ávidos ojos de niño y mientras corríamos y lanzábamos piedras nos fuimos internando en la espesura de la quebrada. Allí nos separábamos por momentos mientras explorábamos en busca de animalitos y de insectos. De pronto, en medio de la hojarasca apareció un tremendo monstruo, una especie de cucaracha gigante que me dejó helado. Allí estaba muy quieta cuando llegó el primo Peyo a mi lado diciendo con aire docto ¡Aaah ! es la “Madre de la culebra” y la tomó con la mano!!! El caso es que estaba muerta, totalmente seca e inmediatamente se puso a tomarle fotos con una cámara de fuelle que andaba trayendo.

Madre de la culebra - Acanthinodera cummingi

Guardé y atesoré por años ese coleóptero, lo llevaba al colegio en un tarrito chico de Nescafé protegido con unos algodones e incluso lo llevé cuando estuve internado en La Serena, hasta que terminé olvidándolo cuando regresé definitivamente a Santiago.
Al principio me intrigaba aquello de que fuera la madre de la culebra y no podía entender como un insecto podría dar origen a un reptil. Más tarde supe la razón de ese nombre popular. Se dice que es por el gran tamaño de la larva que la gente de nuestro campo la ha asociado a las culebras, de allí que se le conoce como "La Madre de la Culebra".
Por esas cosas del destino “heredé”, para decirlo de algún modo, los negativos que tomó el primo Peyo en aquella ocasión y aprovecho la oportunidad para compartirlos con ustedes.

La Madre de la culebra tomada por don Yope

Por esos días de verano también me gustaba gozar de la playa y sobretodo aventurarme a nadar más allá de la ola grande, así que la tarea era convencer a la prima Anamaría para que me acompañase a la balsa, ya que me sentía más seguro si algún grande iba conmigo. ¡Aaah! era una delicia cuando al fin poníamos nuestras manos en la balsa, nos encaramábamos y desde allí veíamos lo lejos que estábamos, la gente se veía chiquitita en la orilla, más atrás se divisaban aquellas carpas de lona a franjas tan particulares, como telón de fondo las casonas de Papudo, los cerros y el cielo azul, muy azul.
Pero había que regresar nadando hasta la playa y luego de zambullirnos empezábamos a intentar ganarle a la fuerza de la olas y aunque de pronto parecía que no avanzábamos nada, finalmente alcanzábamos “arena “ firme y estábamos a salvo !!!
Gracias Anamaría por acompañarme, nunca he olvidado ese gesto.


El teatro de Papudo, que quedaba en la plaza era otra de las entretenciones veraniegas y a causa de la película que daban esa noche andaba arrancándome y escondido de la Mallín que me perseguía diciéndome “Patito mijito rico” e insistía en que fuéramos al cine para ver “mah’ chica, mah’ chica”. Esa tarde fuimos un lote grande a ver “Chicas, chicas y más chicas” con Elvis Presley como protagonista y me las arreglé para escabullirme de la simpática pero intimidante Mallín. Hoy me entero que ella, que se llama Maria Cristina Alonso Rabat, goza de buena salud y aún transita por esta tierra.

Por la noches salíamos a pelusear por la terraza y cuando teníamos algunas monedas, cosa no muy frecuente, las gastábamos en los juegos que cada verano se instalaban a un costado de la iglesia. Muchas veces nuestros patiperreos nos llevaban hasta el mismísimo Club de Yates, donde observábamos con admiración como los palogruesos y las pitucas se bajaban de sus tremendos autos para entrar muy orondos al club a codearse con sus pares.

La otra entretención nocturna era ir a husmear para saber con quien estaban “las coléricas”. Anamaría, Carmen Gloria y creo que también Lucía integraban ese grupito que a veces las veíamos junto a un Fiat 1100 azul de un tal Rafael. También revoloteaban por ahí el Sadipa y el famoso Pato Pentske… sí, el mismo de la conservera, el mismo del cual me parece haber visto algunas cartas que le escribía a mi hermanita Carmen Gloria que por esos años era simplemente la Loly.

Mis amables lectores, con esto concluyo la trilogía de mis remembranzas sobre Papudo, un verdadero paraíso.

5 comentarios:

Jaime Bórquez dijo...

Don Topa se las mandó y me deja la pelota dando bote en el area chica. Tendré que hacerme un tiempo y ponerle unos cuentos más de esos tiempos inolvidables en el paraiso papudano. Vamos a ver que cositas puedo extraer del baúl de los recuerdos, tanvez fotos arañadas, manchadas, con pifias y todo eso, pero que me llevan volando como un caravelle ( se me cayeron las zotas aqui...) o como un cohete Saturno hacia esos lugares. Me veo agachado cruzando ese portón de madera, enfrentando al cero La Higuera, feliz de entrar nuevamente a la quebrada, oliendo los boldos, los barracos, los peumos, con la honda en la mano lista para apuntarle a algún blanco, el más dificil que hubiese, para asi afinar la punteria. Porque habia que hacerle empeño a no quedarse atras del Pelao Encina, que era y continua siendo diestro y maestro en el arte del hondazo.
Pero de estas historias mejor contarlas en la propia pagina del blog, porque entre Don Topa y Don Yope me tienen atrincado y sudando frio!!!

Don Peyo dijo...

Épale, don Topa, no me cierre el capítulo todavía que yo apenas estoy empezando. Tengo re mucho que contar y usted aparece con frecuencia en mis recuerdos de la niñez.
Esas fotos de la madre de la culebra que usted guardó me traen a la memoria otras imágenes que capaz que las encuentre en su caja fuerte: la de un corderito que está mirando fijo al fotógrafo, una culebra, unas siluetas del Guillermo y el Pedro bajo unas nubes en motitas, etc.
Por ahí debe tener una copia de una foto que usted me mandó de ese portón para ir al cerro con don Mejai a su lado y un cartel diciendo ''Recinto....etc''.
Tembién tiene que contar cuando me caí al barro en el tranque y ustedes fueron a buscarme ropa limpia.
Así que escuche los ruegos de sus fieles lectores: resucite a Sherlock Holmes antes de que se produzcan desmanes de protesta. Papudo tiene mucha cuerda todavía. Además estoy seguro de que usted tiene muchas otras historias lindas que contar.

Don Pato dijo...

Mi siempre bien ponderado don Yope.
No faltaba más !!!
No estoy cerrando, ni mucho menos el tema de Papudo, lo que estoy diciendo es que cerré mi trilogía, pero el tema todavía da para mucho y falta por desarrollar otras historias a cargo de usté y don Mejai. La Máquina del Tiempo puede seguir viajando una y otra vez y todas las veces que sea necesario.

No sabía que yo aparecía con frecuencia en sus recuerdos de antaño...
Mi caja de caudales E.HINZE, sólo tiene recuerdos valiosos y por ahí he visto aquella foto de la ovejita y la de la culebra. La de Guillermo y el Pedro con las motitas, quien sabe...
La del portón y el letrero...Humm... deberé buscarla.

La historia del barro y las carreras pa' irle a buscar ropa limpia tendrá que contarla alguien que tenga más claro en su memoria ese evento.

Ah! y no se preocupe que como le dije antes todavía quedan temas sobre Papudo que desarrollar.
La puerta está abierta para subirse a la Time Machine que queda a disposición de quien quiera utilizarla.

Anónimo dijo...

No se como me atrevia a ir la balsa si ahora me baño casi en la arena, en fin, el tiempo pasa.Para colmo empujaba a la Loly en una camara flotando como si yo pudiera haberla salvado en una emergencia, me pregunto ¿se imaginaria mi mami o la adorable tia Pechy lo que haciamos? Ya contaré otras osadas aventuras de aquel tiempo feliz.
Gracias por confiar en mi.

Don Pato dijo...

Doña Tamali!!!
Es seguro que Doña Pecha confiaba en los sobrinos mayores, eso es claro...

Espero con espectación aquellas osadas aventuras que nos amenazas con contar.

Y sí, eres muy pero muy valiente. Me saco el sombrero después que tuviste la fortaleza para aquella operación al corazón!!!