Acabé de llegar de un viaje de trabajo, por algunas ciudades de Europa. En el avión me leí todos los diarios que me ofrecieron, Corriere della Sera, El País, El Mundo y quedé con la bala pasada de querer escribir lo que sentí sobre los acontecimientos en Libia.
Aprovecho la oportunidad para compartir con ustedes algunas imágenes del viaje, específicamente de Túnez, a la vuelta de la esquina de la sufrida Libia...
Túnez, ruinas de Cartago - Baños de Antonio
Túnez, ruinas de Cartago - Baños de Antonio
Mercado, Sidi Boud Said, mahito lindo...
Mercado, Sidi Boud Said, duble ancho mercerisao...
Túnez, cerquita de Libia
Túnez, apotincao cerquita de Libia
Me dejó muy impresionado, en varios sentidos, la muerte de Muammar Gadafi. Talvez voy a dar la lata pero quería comentarlo con quienes tienen la paciencia de leer nuestro blog, por lo menos don Topa y don Yope, antes que se me vayan las ideas sobre este tema. Y lo haré sin tapujos, sin posiciones acomodadas, escribiré lo que siento y pienso ahora, quien sabe mañana no, nunca se sabe. Allá voy.
No sé si la gente se ha puesto a pensar que hoy todo puede ser filmado, grabado, fotografiado y enviado en el acto, gracias a los celulares de última generación. Las escenas finales de vida y muerte de este perro sanguinario han sido conocidas por la humanidad por simple tecnología, y rápido pensamiento, usado por quienes lo apresaron y le dieron muerte. Lamentablemente en los tiempos de la dictadura de Pinochet no existían estos aparatitos, caso así fuese habríamos visto quien sabe cuantos abusos y atrocidades, talvez la muerte de Victor Jara, o los últimos minutos de Natino, Parada o Guerrero, o quien sabe los de Tucapel Jiménez o hasta el mismísimo Chicho Allende, llevando tiros o suicidándose. Habría ahorrado tanto dime y direte. O lo que vociferó el Mamo Contreras cuando lo fueron a arrestar a su casa, a él, la eminencia parda de la dictadura del Capitán General. Quien sabe sabríamos la verdad desnuda de como es despiadado el ser humano, mostrado en un miserable aparatito llamado inocentemente de celular.
Hoy a ONU y todos los organismos mundiales quieren "saber la verdad" de la muerte de este dictador ególatra, sanguinario, cínico, terrorista y canalla, por decir lo menos. Quieren llegar "a las últimas consecuencias", frase usada por justamente esos hijunas que nunca llegan a nada, porque nunca han querido ni siquiera partir tampoco por ser realmente honestos. La verdad es una sola, murió en su ley. No vengan ahora a querer castigar a quien le dio un buen tiro en la sien y otros en el estómago, pues hicieron oídos sordos y se vendaron los ojos durante largos 42 años en que este fulano fue el Nerón, el Calígula de Libia. Dejarlo vivo y juzgarlo por sus crímenes? Los años de condena jamás lavarían el alma de ese pueblo que vivió el miedo 24 horas durante 15.330 días. El hijo de perra todavía tuvo la desfachatez de gritar " Qué les he hecho, qué les he hecho"!!! Y como todo cobarde corrupto y rico, ofreció dinero vivo y oro para que lo soltaran. Pero los libios no estaban a tras de dinero ni riquezas, querían lavar el alma, hacer justicia por su propia mano, como muchos de nosotros, chilenos, hubiésemos querido hacer con Pinochet y toda su leva de perros asesinos.
Los organismos, y países, que hoy quieren "saber la verdad" fueron los que mantuvieron a ese bastardo dictando vida y muerte en Libia. Y aunque reconoció su participación en cientos de ataques terroristas, el más conocido fue el del Pan Am que explotó en el aire y cayó en Lockerbie, Inglaterra. Le daban la mano y palmaditas en la espalda (incluyendo Tony Blair, ex-primer ministro inglés...), porque este fulano abría o cerraba las llaves del petróleo y enriquecía a una serie de políticos y empresarios de alto escalón (posiblemente hasta presidentes, quién dice...). Es bueno recordar a Sadam Hussein, que fue cínicamente ajusticiado por los mismos que le avivaron la cueca durante años, USA y varios otros países europeos, los mismos que participaron de las operaciones de la OTAN y la ONU en Libia ahora. Mucha coincidencia...
Lo siento pero me alegré ver un dictador muerto en su ley. No se si alegría sea la palabra correcta. Posiblemente el sentimiento más cercano es alivio o satisfacción al ver que, algún día en mis años de vida, un dictador cayó en manos de personas que él mismo llenó de odio. Tomó de su propia medicina. Y digo en mis años de vida porque, días antes de que Gadafi fuese muerto, estuve en Milán, donde un día el dictador fascista Benito Mussolini, il Duce, fue muerto y colgado en un poste, para escarnio popular (lo apedrearon hasta dejarlo irreconocible...) del mismo modo que él lo había hecho dos semanas atrás con algunos italianos de la Resistencia. Esa historia la oí primero de mi padre, luego ví documentales del Duce colgando y, sabiendo lo que había hecho con gente de su pueblo, sin contar que ayudaba a Hitler, sentí también algo de alivio por ver un canalla al que le apagaron de un golpe su sonrisa cínica y le despojaron de todo su poder.
La muerte de Pinochet, así como un vulgar viejecito enfermito, pobrecito, arrastrando sus patitas y libre de todo pecado, no me alivió de la amargura por todo lo que hizo sufrir a la mitad del país (el otro 50% vota en la derecha, por lo tanto todo indica que fueron felices con el Capitán General...). Talvez por eso ver que a este Gadafi sí le pasaron la cuenta en vivo y directo, lavó un poco mi alma que gusta de justicia. Y no hablo de la justicia del hombre, que siempre puede hacer su arreglín con algunos jueces, otros que bien bailan al ritmo de la cumbia que brinda el poder. Hablo de esa justicia que debería ser divina, si realmente ese poderoso Dios existiese: hizo mal, recibe castigo inmediato. Ojo por ojo, diente por diente y al que hierro mata, a hierro muere. Y ya no me trago ese discurso del Libre Albedrío, lo siento, tengo ataques de agnóstico cada día más frecuentemente.
La Humanidad seria muy diferente si ese Dios realmente ejecutase sus leyes. Pero solo dejó escrito lo que no se debe hacer, no lo que se tiene que hacer cuando alguien no respeta sus leyes. De ahí deduzco que simplemente Dios no existe, porque si existiese, alguien como Él, perfecto en todo, no haría trabajo tan fulero e irresponsable, de maestro chasquilla, por la mitad, dejándole al ser humano la responsabilidad de su justicia. Su sabiduría, con este error, va por el suelo al tiro. Cualquier sabio o adivino de circo sabría, de antemano, que el ser humano no es capaz de ser justo a la perfección, sus sentimientos lo traicionan, o su religión, o su secta, o su pasado, o sus traumas... Y fue justamente por causa de esta fragilidad humana que don Muammar Gadafi pagó el pato.
Jaime Bórquez Acuña