Otro recuerdo entretenido es uno de los tantos que tengo de nuestras salidas de cacería en Papudo. Estábamos bastante chicos todavía cuando el "taita" Miguel no nos quiso llevar a cazar, se fue con su compadre Geraldo y el tío "Pucho" dejándonos frustrados en la casa, entonces un par de días después el tío "Milo" nos invitó , tal vez para consolarnos, a ir a cazar al "Tigre", que queda, para quienes no conocen, a unos diez kilómetros hacia los cerros detrás de Papudo. Salimos de la casa de madrugada, como a las cinco de la mañana con el cielo aun lleno de estrellas. El Miguel, el Tito, el Manuel y yo íbamos muy contentos, igual que como se ponían los perros que había en la casa cuando los sacábamos al cerro. Cada uno de nosotros llevaba su honda bien arregladita, la horquilla limpiecita, casi barnizada, los elásticos bien revisados para que no se nos fueran a cortar y el cuero firme y flexible para contener bien la piedra que serviría de proyectil. En el camino preparamos una fogata para hacer hervir los choqueros (latas de conserva con un alambre para tomarlos como un pequeño balde) y tomamos desayuno con té y pan amasado. Llevábamos mantequilla y unos huevitos que se cocieron en los mismos tarritos en que tomamos el té.
Llegamos a la quebrada del Tigre con el sol ya sobre el horizonte. Entonces nos dijo el tío Milo que escuchaba unas codornices y nos pidió que nos fuéramos sin mucho ruido hacia otro lugar mientras él bajaba a la quebrada donde estaban las codornices. Nos fuimos por un senderito con nuestras hondas cargadas atentos a cualquier posible presa de caza, pisando con sigilo como felinos al acecho. De pronto escuchamos el tiro del tío Milo y partimos corriendo a verlo. Lo encontramos riéndose sentado en una piedra con la escopeta y una codorniz en el suelo. Cuando nos vio nos dijo: "tenemos que irnos, cabros, se me quedaron los tiros en la casa". Regresamos a la casa pateando cuanto objeto veíamos en suelo, haciendo harto ruido y dándonos empujones o haciéndonos zancadillas, de puro picados.
De toda mi querida familia Encina hay una persona que me marcó muy dentro del alma y tengo el placer de tenerlo como amigo y compadre: Pedro Emilio Encina Álvarez, alias El Pelao. Cuando chico era el Pelaíto, y vaya a saber por qué razón, pelo tenía… También tenía pelo, y harto, Eliana Encina, y le decían la Pelaíta... misterios y curiosidades papudanas.
Considero al Pelao mi hermano. Siempre lo he sentido mi hermano, desde la primera vez que nos debemos haber visto, con pantalones cortos y un jockey, cuando mi padre me llevó de la mano desde la estación de tren de Papudo hasta la casa de la familia Encina Álvarez. Ahí estaban los dos cabros chicos, casi de la misma edad, listos para iniciar el camino por la vida, por las quebradas y cerros, por las noches estrelladas, por los inviernos crudos, durmiendo en la misma pieza y más de alguna vez en la misma cama. Ahí estábamos, uno frente al otro para después quedar hombro con hombro, caminando juntos de corazón, en la misma dirección de la paz y alegría de compartir la vida , hasta el día de hoy y para siempre.
Jaime, la Vivi y el Pelao
Posiblemente no sabe ni se imagina, pero he aprendido en todos estos años muchas cosas de él. Y las he tratado siempre de imitar. Desde disparar piedras con la honda hasta la nobleza para con su familia, su rectitud, su honradez, su sensibilidad y sentimiento altamente cristiano, por encima de la religión que pueda profesar. El Pelao me enseñó a no sentir rencor, aunque sufriera violencia física o agresiones de otra gente. Me enseñó que la generosidad es energía divina y que todo lo que se puede compartir tiene el gusto dulce del desprendimiento material. Donde cabe uno, caben dos, de una mesa que comen tres, también comen cuatro. Y claro, él creció donde comian 13 hijos, más una montaña de “allegados y paracaidistas” inocentes e inconscientes, como yo…
Me enseñó con su ejemplo a ver la naturaleza con alegría, aunque estuviese lloviendo a chorros. Me mostró como se puede ser simple y profundo al mismo tiempo, con sus palabras mansas cubiertas de razones humanas, prescindiendo de fórmulas, libros o ecuaciones. Experiencia empírica de vivir, simplemente.
Con el Pelao lo pasamos chancho cuando chicos y hasta bien grandecitos, pese a nuestros limites económicos, que bordeaban la pobreza franciscana. Pero la horcaja de la honda, los elásticos de neumático y los huevillos de piedra eran gratis, lo mismo el pedazo de tabla para deslizarse encima de las plumillas de pino en la cancha del 8, los paseos en la carretilla, los porrazos jugando en las lianas, los frutos del boldo, los cóguiles, las pencas, el agua de los arroyos, los paseos por la terraza, las idas a la gruta, las puestas de sol en Pite, los atados de leña, las pelotas de golf perdidas, las noches estrelladas, el juego de las escondidas, la complicidad en las bromas y los amores imposibles de la niñez. Gratis, toda esa felicidad inmensa sin gastar un solo centavo. Aprendí con él que las cosas que más valor tienen hoy en mi vida no se compran ni con todo el dinero del mundo. Hoy sé claramente que Papudo no es importante como destino, lo importante de verdad es reencontrar a mis amigos y estar en casa del Pelao, conversando de lo humano y lo divino, sentirme en familia y siempre bien acogido por Luisa, Pedro y todos sus hijos. Y tengo siempre nostalgias de esto, que es tan mío al punto de ser casi imposible de explicar.
Compadrito, ya le voy a llegar por su casa, para que nos riamos de las mismas historias, compartamos el pan y el vino, nuestra comunión personal de todos estos años. Necesito seguir aprendiendo de usted, necesito recordar todo lo que vivimos juntos, una y otra vez, auque los oyentes diga “pucha, van a contar de nuevo la misma cosa!”. Espérese, no más….
Me ha costado mucho asumir que de las vacaciones memorables que vivimos durante febrero finalmente sólo queda eso, la memoria, que comienza a diluirse con el paso de los días y reconozcámoslo, también por el paso de los años que llevamos a cuestas.
Por ello se hace necesario el ejercicio de escribir, para evitar ir olvidando aquellos momentos que nos emocionan y de paso compartirlos con aquellos que nos rodean, que nos quieren, que nos escuchan y nos leen.
Hacía como ocho años que no salíamos a veranear los cuatro juntos, o sea toda la familia unida. Los hijos ya están en una edad en que les parece fome salir con “los viejos” pero este verano de 2009 se “dieron las cosas” como acostumbran a informarnos nuestros futbolistas, mejor dicho hubo una conjunción de los planetas para que David y Valentina graciosamente nos regalaran con su compañía. Así partimos rumbo a la región de mis antepasados, esperanzados por llegar cuanto antes a las playas serenenses, nuestras playas de toda la vida, donde nuestros hijos desde pequeños se han bañado y retozado con alegría y seguridad.
Un agrado fue compartir con los Boniche y mis hermanas Carmen Gloria y Viviana que se encontraban allí por esos días. Esa fritanga de pescado en el patio orquestada por mi primita Claudia resultó un verdadero éxito y por supuesto en la sobremesa fuimos inmortalizados fotográficamente junto al “joven” Hernán, la tía Cónsul y la tía Adria.
Mis hermanitas querían ir a conocer la playa de Totoralillo y hacia allá partimos. A pesar de lo congestionado del tránsito en la entrada y salida pasamos un bonita tarde en medio del mar humano que había.
Por la noche a las Acuñitas se les ocurrió que fuéramos a esas ferias playeras de la Avenida del mar con el propósito largamente cateteado por la decana Carmen Gloria de que nos tomáramos aquellas fotos de damas y caballeros antiguos. Como si no fuéramos lo suficientemente antiguos nos “antiguamos” mucho más y a pesar de mi renuencia, de las fintas y verónicas que me mandé no logré zafar y ya ustedes podrán ver por mi gesto adusto que no estaba particularmente cómodo en esa situación. Pero al final debo reconocer que fue una bonita anécdota y me alegró de sobremanera al ver tan felices y contentas a mis hermanitas con las que tan poco comparto.
La infaltable visita a la tía Alicia para enterarnos de las novedades de esa parte de la familia, saber de Diego, hijo de Cristina y de Belén la hija de Yania. Allí nos enteramos que la Belencita está esperando un bebecito, un biznieto para la tía Alicia que de repente se pone triste al hablarnos del tío Lucho. Estando en esa casa se me vienen tantos recuerdos y momentos que viví junto al Lucho, mi “tío amigo” como a él le gustaba decir sobre nuestro cariño y cercanía.
No pude resistir el impulso de continuar la tradición que seguía con el Lucho cuando visitaba aquella casa y repetí lo de siempre, ir hacia el patio trasero a visitar el jardín, que en aquella época rebosaba de plantas bien cuidadas, lleno de plantas aromáticas, de frutales y experimentos de injertos. Al fondo del patio aún sobrevive la higuera de higos blancos donde el tío se encaramaba para ofrecerme esos frutos jugosos que tanto me gustan hasta el día de hoy, resabios de la infancia en Carén supongo. Claro que me traje algunos de esos higos a Santiago y hoy se encuentran macerando en aguardiente junto a otros frutos de la región.
La visita al cementerio al parecer se irá transformando en una tradición, hasta que me toque visitarlo en forma permanente y definitiva. A pesar que soy reacio a honrar a mis cercanos en el lugar donde están sus restos mortales – pienso que hay maneras mejores – ya no podré dejar de ir al lugar donde están sus huesos para cumplir una tarea que me he impuesto, la cual es renovar la pintura de la placa de mármol que se va deteriorando con el tiempo.
También gozamos de la playa con los hijos y con la familia de una hermana de Flor que llegó a pasar unos días de vacaciones. Cumplimos con la rutina de ir a La Recova, le hicimos honores al Memorial de los Detenidos Desaparecidos en La Serena para después ir hacia el Valle de Elqui, pasando por el Embalse Puclaro, probando ese ácido fruto llamado Copao y llegando finalmente a Pisco Elqui, sin olvidar pasar antes a la Plaza de Vicuña para tomar helados artesanales, donde tomé uno de canela por supuesto.
Traté de hacer la mayor cantidad de cosas posibles, pero siempre hay algunas para las cuales inevitablemente no nos alcanza el tiempo, como por ejemplo visitar a la prima Kena, que según entiendo está viviendo en Tierras Blancas y también realizar una escapada a Carén para lo cual no encontré el suficiente quórum entre mi gente.
Espero cumplir con esos deseos y otros más para la próxima visita.
Estoy contento por haber podido reunir a la tía Adriana en casa de la tía Consuelo para que me hablaran de tiempos remotos y especialmente del abuelo Juan Elías Castillo, el cual espero homenajearlo más adelante.
Fue una grata conversación en la cual me fui enterando de aspectos de su vida desconocidos para mí, de sus historias, de sus dichos que iré de a poco compartiendo con ustedes ya que tomé notas y grabé parte de los que conversaban las tías sobre aquellos años. Mas el tiempo se pasó volando y tuvimos que parar hasta la próxima vez cuando podamos retomar esa entretenida charla.
Ya se que me he demorado en escribir alguna que otra cosita en el blog. Confieso que he estado medio ocupado, viajando más que Lalito Frei. Primero fue São Paulo, de ahi a Argentina, luego a Polinesia, de ahi llegué dia 6 de abril y viaje el 8 a Patagonia, donde estuve un mes. Y como por allá no tenia mucha posibilidad de internet, cuando llegué me encontré una penca de encargos, cachos, pepinos, papas calientes, en fin, una feria de ponchos para sacarme.... Y en eso estoy aún. Claro que tambien tengo cosas buenas para contar, como esa de que gané un premio de la editora Perfil de Buenos Aires, por una materia de texto y fotos que hice para la revista Caras de Brasil, la que ustedes pueden ver en:
Debo ir ahora, dia 19, a Buenos Aires para recibir mi "oscar" y unos pesitos que me van a caer re bien, para que les voy a mentir...
El trabajo que fui a hacer en Polinesia tambien fue para la revista Caras y quiero ponerlo aqui, pa'cachiporrearme... Era para hacer solo una materia pero salió en dos ediciones de abril y eso fue porque el material quedó de rechupete. Pero primero tengo que averiguar con el entendido, nuestro editor don Topa, para ver que magia hay que hacer para lograr ese milagro. Soy nulo en computación, para mí computador es una maquina de escribir un poco más sofisticada....
Bueno, los dejo por aqui prometiendo sacarme re toititos los pillos en estos dias!!!!