Otro anécdota que a veces me hace sonreír al recordarlo sucedió en nuestro barrio cuando yo tenía como ocho o nueve años. Alguna vez dije que no sabía mentir, pero en esa ocasión creo que no tuve otra alternativa.
Estaba en cuarto o quinto básico y había un compañero de apellido Vallejos, que decía con mucho orgullo ser originario de la ciudad de Yungay, cerca del Salto del Laja y de Los Ángeles. No dejaba pasar ocasión sin hacer mención de lo lindo que era Yungay, de la rica comida de Yungay, en fin, de la buena vida de Yungay.
En aquella época tener una pelota era un privilegio, sobre todo una de fútbol. Tenía otro compañero de curso que era re buen amigo, Fernando Campillo. Un día él me prestó su preciada pelota de fútbol por unos días, préstamo acompañado de todas las recomendaciones del caso, y yo me comprometí a cuidarla como hueso santo.
Con gran placer se la fui a mostrar a los "cabros" del barrio y armamos una feroz pichanga en la calle Federico Reich, delante de la casa de la Chabela. Estaban conmigo: el Tano, el Mariano, el Murruco y otros amigos, a lo mejor el Lalo y el Hugo.
De pronto, el Tano gritó: "¡Los pacos!", y todos se fueron a esconder detrás de las rejas del antejardín de la casa de la Chabela. Yo, concentrado en la pelota, no me me di cuenta a tiempo de la aparición de "la cuca" que se detuvo frente a mí.
"¡Qué está haciendo!", me dijo con enojo un carabinero sin bajarse del furgón. El corazón me zapateó en el pecho y lo único que me preocupó en ese momento fue la posibilidad de que me quitaran la pelota, que no era mía.
"Yo...náa", respondí con un aire inocente y angelical con la pelota en los pies.
"¡Cómo que nada! ¿Que no sabe que está prohibido jugar a la pelota en la vía pública?", argumentó el carabinero.
"No, yo no sabía náa", respondí haciéndome el de las chacras con un acento de campesino que hasta me sorprendió a mí mismo.
"¡Todos saben que no se permite jugar a la pelota en las calles!", siguió el uniformado.
"Es que no soy de aquí", le respondí.
"¿Y de dónde es usted?" me preguntó, siempre en tono severo.
"Yo soy de Yungay", le contesté con un tono más ''rural'' aún.
"Yo conozco Yungay y allá tampoco se puede jugar a la pelota en cualquier parte, usted sabe que el cuidador de la plaza anda con una huasca para que los muchachos no se pongan a molestar a la gente con la pelota"... Cuando el carabinero dijo que conocía mi supuesta ciudad de origen sentí un escalofrío y pensé: "estoy frito". Pero estaba obligado a seguir con mi cuento. Así que para no meter la pata le respondí con un breve "sí", tratando de abreviar la conversación para no darle mucha ocasión de pillarme en mi mentira, porque si lo hacía se enojaría conmigo y terminaría quitándome la pelota.
Entonces me dijo que me entrara y que no jugara más al fútbol en la calle, que si me pillaba de nuevo en lo mismo me iba a llevar a la comisaría. En seguida partió el furgón y me volvió el alma al cuerpo.
En cuanto desapareció el vehículo salieron de su escondite los cabros, muertos de la risa, haciéndome bromas sobre mi supuesto origen campesino.
El verano del 71 recién conocí Yungay, durante la participación de Voces de América en los trabajos voluntarios. Lindo lugar del cual tengo hermosos recuerdos, de sus paisajes y de su gente.
Ya vendrán otros anécdotas, si la barra me lo pide. Tengo el baúl bastante lleno de recuerdos, algunos divertidos, otros emotivos. Ahora espero que alguien más del equipo se ponga con otras historias para seguir enriqueciendo este blog.
Escrito por donYope
Estaba en cuarto o quinto básico y había un compañero de apellido Vallejos, que decía con mucho orgullo ser originario de la ciudad de Yungay, cerca del Salto del Laja y de Los Ángeles. No dejaba pasar ocasión sin hacer mención de lo lindo que era Yungay, de la rica comida de Yungay, en fin, de la buena vida de Yungay.
En aquella época tener una pelota era un privilegio, sobre todo una de fútbol. Tenía otro compañero de curso que era re buen amigo, Fernando Campillo. Un día él me prestó su preciada pelota de fútbol por unos días, préstamo acompañado de todas las recomendaciones del caso, y yo me comprometí a cuidarla como hueso santo.
Con gran placer se la fui a mostrar a los "cabros" del barrio y armamos una feroz pichanga en la calle Federico Reich, delante de la casa de la Chabela. Estaban conmigo: el Tano, el Mariano, el Murruco y otros amigos, a lo mejor el Lalo y el Hugo.
De pronto, el Tano gritó: "¡Los pacos!", y todos se fueron a esconder detrás de las rejas del antejardín de la casa de la Chabela. Yo, concentrado en la pelota, no me me di cuenta a tiempo de la aparición de "la cuca" que se detuvo frente a mí.
"¡Qué está haciendo!", me dijo con enojo un carabinero sin bajarse del furgón. El corazón me zapateó en el pecho y lo único que me preocupó en ese momento fue la posibilidad de que me quitaran la pelota, que no era mía.
"Yo...náa", respondí con un aire inocente y angelical con la pelota en los pies.
"¡Cómo que nada! ¿Que no sabe que está prohibido jugar a la pelota en la vía pública?", argumentó el carabinero.
"No, yo no sabía náa", respondí haciéndome el de las chacras con un acento de campesino que hasta me sorprendió a mí mismo.
"¡Todos saben que no se permite jugar a la pelota en las calles!", siguió el uniformado.
"Es que no soy de aquí", le respondí.
"¿Y de dónde es usted?" me preguntó, siempre en tono severo.
"Yo soy de Yungay", le contesté con un tono más ''rural'' aún.
"Yo conozco Yungay y allá tampoco se puede jugar a la pelota en cualquier parte, usted sabe que el cuidador de la plaza anda con una huasca para que los muchachos no se pongan a molestar a la gente con la pelota"... Cuando el carabinero dijo que conocía mi supuesta ciudad de origen sentí un escalofrío y pensé: "estoy frito". Pero estaba obligado a seguir con mi cuento. Así que para no meter la pata le respondí con un breve "sí", tratando de abreviar la conversación para no darle mucha ocasión de pillarme en mi mentira, porque si lo hacía se enojaría conmigo y terminaría quitándome la pelota.
Entonces me dijo que me entrara y que no jugara más al fútbol en la calle, que si me pillaba de nuevo en lo mismo me iba a llevar a la comisaría. En seguida partió el furgón y me volvió el alma al cuerpo.
En cuanto desapareció el vehículo salieron de su escondite los cabros, muertos de la risa, haciéndome bromas sobre mi supuesto origen campesino.
El verano del 71 recién conocí Yungay, durante la participación de Voces de América en los trabajos voluntarios. Lindo lugar del cual tengo hermosos recuerdos, de sus paisajes y de su gente.
Ya vendrán otros anécdotas, si la barra me lo pide. Tengo el baúl bastante lleno de recuerdos, algunos divertidos, otros emotivos. Ahora espero que alguien más del equipo se ponga con otras historias para seguir enriqueciendo este blog.
Escrito por donYope
10 comentarios:
Chitas don Yope !!! usté tiene más aventuras que Tin tin iñor !!!
A propósito de Tin Tin, se acordará en una de esas que le hablé de conseguirme aunque sea de tercera mano una revista de ese personaje?
No les digo? Este don Yope, como todos los ancianos, incluido Matusalem, tiene más cuentos que Tarzan, Batman y Flash Gordon, juntos.
Oiga, me gustó leer esta historia, porque más de una vez pasé por lo mismo cuando jugabamos a la pelota con los cabros en Ruiz Tagle. Yo era un paranoico de los pacos. Los olfateaba a distancia,los distinguia entre las sombras, el gorro, la chaqueta... Ahi era fijo que el negro Jaime Bórquez, al que don Pedro Lazo le decia Pelé y no por lo bueno para la pelota (demostrando cierta actitud politicamente incorrdcta, dirian ahora....) gritaba: los pacos!!! Y quedaba la arrancadera, no más...
Un dia estos señores de la ley, el orden y la buena conducta ciudadana, no encontraron nada más noble y enaltecedor de la sensibilidad humana, que emboscarnos por una cuadra y la otra ( nosotros, unos delincuentes, guerrilleros comunistas de unos 8 o 9 años, por ahi...) y como si esa encerrona fuese poca, nos brindaron un gesto maravilloso: agarrar una cortaplumas y cortar una pelota de cuero hasta donde le pudieron hacer el tajo...
No se me ocurrió decir que era de Yungay, fijesé...Quien sabe me llevaban preso por provinciano!!!
Bueno chiquillos ¡ustedes si que son aventureros! creanme que estallé de risa con la historia de Pedro , la verdad es que para ser niño , no te faltó el recurso (inocente por lo demás) para evitar la sanción o reprimenda por parte " de la autoridad" y todo por el inocente deporte...
Un abrazo grande para ustedes
y saludos a todos los presentes en el blog
Puchas que me achaco con la memoria de mi hermanito!yo casi ni me acuerdo del ultimo verano, dime por favor que comes pa recordar tanta cosa y no me digas que coma pasas es demasiado pasado de moda!
En todo caso sigan comentando porque me refrescan las neuronas aparte de hacerme reir.
Yo no sé por qué mi hermanita se asombra tanto con mis recuerdos. Si es cuestión de ponerse a pensar para atrás y los hechos van desfilando solitos como una película. Imágenes, sonidos, olores, sabores y sensaciones se empiezan a acumular en la memoria pidiendo salir para vivirlos de nuevo. Ponga sus neuronas en modo en modo retro, empezando por las vivencias que más la marcaron y cierre los ojos para VER ese pasado que fue forjando su existencia. Se va a dar cuenta de que los años han dejado su marca y es cuestión de escoger el momento de su vida que quiere recordar para revivirlo y saborearlo nuevamente.
Tengo muchos anécdotas y recuerdos más que quiero poner algún día en este blog. Un abrazo para todos y sigan escribiendo o leyendo estos cuentos de la historia de nuestra familia.
Y ahora, ¿Quién va a contar algo?
Se acepatan anécdotas, chascarros, recuerdos y todo tipo de colaboraciones. ¿Alguien dijo: yo?
Ups! Quiese decir ''aceptan''.
¿Me perdonan el tropiezo con el taclado?
Me quiero disculpar con los distinguidos contertulios, pero entre en un tsunami de trabajo, como me pasa en toda alta temporada de turismo, que es ahora la nieve, con el agravante de que debo intentar quebrar el fantasma de la gripe H1N1 que tiene a los brasileros apavarodos de viajar a Chile. Pero me voy a poner al dia asi que me saque este poncho!!!!
Yo no me voy a disculpar ná.
Tiempo he tenido a pesar de la alta temporada de enfermos y lesionados que hemos sufrido por estos pagos.
Debo confesar que me ha faltado motivación y ganas. Por otro lado don Peyo nos tiene mal acostumbrados con sus historias. Siempre estamos esperando la "próxima entrega" sobretodo porque al final dice "continuará"...
He ocupado mi tiempo en otros menesteres que también me gratifican el espíritu, pero ¿quien sabe? en una de esas me inspiro y pongo alguna cosa nueva...
Es cierto que siempre digo ''continuará'' o algo similar y ya tengo en mente tengo un próximo anécdota, pero creo que lo tendré que escribir cuando esté en Chile porque no me queda tiempo para elaborarlo mientras lleno las maletas y corro para todos lados haciendo diligencias y arreglando entuertos en la casa. Ahora mismo, a las 10 de la noche tengo que carpinterear para reparar un asunto.
Así que no me que más que decir de nuevo: ''pronto el próximo capítulo''.
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