sábado, 15 de marzo de 2008

Un paraíso llamado Papudo

Capítulo I
Andes Mar Bus – Los rápidos de Chile también llegan a Papudo

Casi no había dormido pensando que al día siguiente, ese siete de enero de 1964, partiríamos con mis hermanas, la Vivi y la Loly, a un balneario llamado Papudo donde según mi madre, la Fresia o la Pecha como le decían sus más cercanos, nos quedaríamos en la casa de una familia amiga, los Encina, un grupo familiar enorme con muchos niños y niñas. Mi madre me había asegurado que no me iba a aburrir y que además iba estar un primo casi desconocido para mí, el Jaimito, hijo de la tía Tita y del tío Pedro Bórquez.

Esa mañana estaba un poco fría y caminábamos apresurados por la calle San Pablo con las maletas a cuestas, doblando raudos por la calle Bandera y a la rastra llegando a la Avenida Balmaceda donde estaba el Terminal de Andes Mar Bus.


La emoción era fuerte al ver esas máquinas poderosas color café con leche y con su motor ronronendo, prestas a partir hacia su destino. El movimiento del terminal era incesante, vendedores y suplementeros pululaban por todos los rincones, gente llegando, otros esperando algún pariente mientras los auxiliares de los buses, ataviados con un uniforme color beige y su gorra se esmeraban en acomodar la carga y los bultos sobre la parrilla superior para posteriormente cubrirlos con una lona y amarrarlos cuidadosamente. No fuera que se cayese algo por el camino…



Nos acomodamos felices en nuestros respectivos asientos cuya “librea” era dorada de fondo con líneas y ondulaciones naranjas. En el apoya brazos había una perilla que había que girar para reclinar el asiento y las ventanillas siempre tan requeridas y motivo de peleas para ir mirando el paisaje, contando las vacas y asombrándonos con la publicidad caminera tenían cortinas retráctiles que pronto nos encargamos de despejar, mientras emocionados veíamos como el conductor con su uniforme café se encaramaba rápidamente al bus haciéndole el quite al motor que estaba al lado de su asiento al tiempo que tomaba el control del volante.

Eran las siete de la mañana, el bus se balanceaba saliendo del terminal y mientras se desplazaba por las calles de ese Santiago que recién comenzaba a despertar, el sol despuntaba sus primeros rayos por entre los contrafuertes cordilleranos.
El trayecto hacia la costa se fue desarrollando sin contratiempo alguno hasta que finalmente llegamos, después de horas que me parecieron interminables, al pueblo de Papudo.

A la sazón tenía 13 años y había llegado hacía poco desde La Serena donde estudiaba en un internado para ser cura franciscano y me sentía un poco como pollo en corral ajeno con tanto ajetreo en la casa de los Encina, la cantidad de niñas me turbaban un poco y los niños que se esforzaban por hacerme sentir en casa de a poco los fui conociendo… el pelao, el Manuel y mi primo Jaime, los que a la postre fueron mis “compañeros de trabajo” en las marchas forzadas a buscar agua a la Quebrada del francés y también cómplices de las aventuras que se fueron sucediendo en cada incursión que hacíamos a ese paraíso hermoso lleno de árboles frondosos, de frutos silvestres que comíamos sin reparos y hasta el hartazgo. Aún siento el sabor dulzón de los cóguiles que recolectábamos cuando íbamos a jugar y a balancearnos en las lianas, felices gritando a lo Tarzán. De pronto nos dábamos cuenta que el sol empezaba a bajar vertiginosamente y partíamos raudos quebrada abajo para llegar a la casa con nuestro precioso elemento, el agua, antes que anocheciera y nos lleváramos algún reto.


Cóguil (Lardizabala biternata)

Mi primeras impresiones cuando llegué por primera vez a la casa de los Encina fueron fuertes. La mirada adusta, pero acogedora de don Miguel Encina, lo laborioso de la mama Juana y de las niñas, que como dije me inhibían un poco, sobretodo considerando que como venía de un internado mi contacto con el sexo opuesto era escaso. Pero la impresión más fuerte llegó cuando me llevan a una pieza que quedaba casi a la entrada de la casa y me dicen, aquí vas a dormir tú, en la pieza de los hombres. Me asomo a una pieza oscura y siento un olor acre que no era a canela entre movimientos de sábanas, resoplidos y uno que otro ronquido. Fue un golpe fuerte a mis sentidos, pero el acostumbramiento llegó más pronto de lo esperado. A la noche siguiente después de correr y jugar toda la tarde ya estaba cooperando con la densa atmósfera llena de olores, humores y sudores de nuestro dormitorio comunitario.

Seguirá en una próxima entrega

4 comentarios:

Jaime Bórquez dijo...

Don Topa!!! Sea bienvenido al paraiso, le deberia haber dicho cuando llegó a Papudo a llenar el espacio que le correspondia en nuestra historia. Saber la fecha de su viaje es como mucho y tener el pasaje es, realmente, algo que bordea lo inconcebible.( este viejo me sale con cada pastelito...) A la sazón yo le andaba rondando los 10 años. Para mí el Pato, tambien llamado Jorge Patricio, era un primo distante y casi una imagen virtual, como dirian ahora. De la misma forma que yo era su Jaimito desconocido, yo me acordaba de usted mal y puercamente, de haberlo visto quien sabe talvez quien le dice, de pasada en su casa, en la calle San Pablo, a donde llegaba con mi madre, doña Tita, despues de tomar el bus Mitsubishi 32, que nos dejaba casi en la puerta del cité. Color crema y plomo (recuerden que tengo discromatopsia...), estos buses eran seguros, fuertes, estables y, claro, perfectos para hacer el trayecto Ruiz-Tagle Alameda, Matucana, San Pablo... Tocabamos el timbre para bajarnos lo más cerca posible. Cueto? Sotomayor? Alguna calle por ahi... Y entraba a la casa de mis tios, la Fresia y don Jorge,lugar en el cual nunca estaba ese primo, el tal Jorge Patrico, el siempre bien ponderado Pato...
Me contaban que este niñito estaba estudiando pa cura. Aleluya hermano!!! que Dios nos proteja de sus andanzas y sus blogs. Y que los fuegos del infierno no nos quemen por ser herejes, o hereges, o ereyes...las lenguas me confunden, español, portugués, coa, esperanto, lunfardo, pero la verdad es una sola: tenia un primo que me podria confesar de mis pecados y dejarme libre de toda culpa y preservado de toda perturbación!!! La papa misma, un contacto directo con don Jecho, nada de tramites engorrosos, de mucha burocracia, de cargar cruces, de pegarme en el pecho, de sentirme culpable por sentirme completamente feliz en Papudo, que nada! Soy, primo del cura Don Jota. Con permisito dijo monchito. Y pronto final, como dice la hija de mi gran amigo Amyr Klink.
No he olvidado nunca la visita de don Topa a Papudo. Es más siempre recordaré una canción que este viejo siniestro se puso a cantar una noche, mientras cruzábamos un peladero entre la casa de los Encina y de la Ximena no se cuanto, donde trabajaba la Erna. Noche oscura, silenciosa, nadie en la calle. Que calle? Huellas, y a mucha honra. Y ahi este viejo chimpana comienxa a cantar: Tumbas por aqui, hihihi... tumbas por allá, ahahahaha. Tumbas tumbas, jajajajaja!!!! Al parecer a este viejo tarado le parecia super gracioso cantar cosas de muertos, huesos, tumbas y cementerios en medio de una noche silenciosa. Será porque se sentia listo para irse al paraiso por ser casi un cura???? Mal sabia que el paraiso se llamaba Papudo, y estaba entrando en nuestros dominios, de quebradas, aguas, golfos, leñas, mamas juanas, migueles, pelaos, titos y piedras de la meza. Sin contar a los perros Flag, Copito, Leddy y otros canes que hacian parte de nuestras vidas.
Y Andes Mar Bus, los rápidos de Chile, tambien llegaban a Papudo, llevando en su interior a nuestro siempre bien ponderado Jorge Patricio Acuña Castillo. Alias, don Topa....Que viste y calza.

Anónimo dijo...

Se pasa este primo pa tener frescas las neuronas, lo del pasaje no me es tan sorprendente porque yo tenía hasta boletos de micro con recuerdos de algun momento importante y eso sin contar los mechones de pelo y colillas de cigarros guardados en el diario de vida.
Quisiera tener mas claros los momentos vividos, los viajes en Condor Bus, Andes Mar y Jedimar que me llevaban a ese paraiso que aun visito, pero que el progreso se ha encargado de opacar con sus condominios y restricciones de acceso a lugares nostalgicos y unicos. Sigamos recordado vejetes!! La Señora Any

Anónimo dijo...

¡Guena Sra Any! por fin te mandaste un comentario!
Pero estos cabros son tan increiblemente memorarios que no hay recuerdo que se les escape verdad?¿Como lo hacen?
Pero es rico poder compartir tantos recuerdos de ese tiempo en que disfrutabamos a concho nuestros viajes a ese Papudito inolvidable,nuestras innumerables idas y venidas a la playa, los cambios de tenidas con nuestros shorcitos y cositas lindas que nos hacian nuestras laboriosas madres, los collares de pepas de melón y nuestros labios con brickase y nuestros paseos por la terraza una entera de blanco y la otra de negro topisimas y nos creiamos la muerte,y cuando llegaba la hora de regresar a Stgo snif snif que pena dejar atras ese verano maravilloso y esperar todo un año para poder volver a disfrutar de ese precioso lugar y esa maravillosa familia.
Hermanito te pasaste como dice don Mejai tener el pasaje guardado y saber la fecha de ese viaje es realmente increible aunque sabiendo como te gusta guardar cosas no debería sorprenderme tanto.
Gracias por hacer volver a mi mente esos recuerdos tan pero tan lindos.
LA LOLY

Don Peyo dijo...

Qué quiere que le diga, don Topa, se pasó!. Eso del boleto del bus es gol de media cancha. Por desgracia, con mi vida de gitano se me han ido perdiendo los objetos de recuerdos, por suerte lo tenemeos a usted en la familia. Más de una vez lo dije: a don Topa le gusta reinar en sus cachureos. Y puchas que ha servido que sea así. Ahora le estamos debiendo su diligencia para valorar cosas que muchas veces dejamos botadas sin apreciarlas como se merecen.
Muy lindos y apreciados los comentarios de mi primita Loly y de mi hermanita cachurera también.
Sigamos recordando que es parte de nuestra felicidad y prueba del cariño que nos tenemos.
Pronto voy a mandar otra estrofa de mis zambas.